martes, junio 08, 2010

¿Por qué no boicotean a los americanos?

Israel es único. Es el único país a cuya población se culpa a partes iguales. ¿Qué tienen ellos que no tengan otro país? La primera diferencia que salta a la vista es su mayoría racial/religiosa judía.

De entre todos los comentarios que he recibido en mi anterior entrada, hay uno especialmente interesante. Lo firma Pablo y dice que el odio a los israelíes, más que discriminación racial, es odio a una nacionalidad, en general.

A priori es fácil llegar a esta conclusión. A estas alturas de la película, parece que el antisemitismo murió con Hitler. Además tiene muy mala prensa. De todos los tipos de racismo es, tal vez, el más feo. Pero si tiene cara de perro, ladra como tal y corre tras un hueso, sólo tiene un nombre.

EEUU tiene una política exterior similar a la israelí. De hecho, los antisemitas suelen ser igualmente críticos con los americanos. Sin embargo, nadie propone boicots a Bruce Springteen. Ni lincharía a Steve Jobs si diera una conferencia en la Autónoma de Madrid. Hasta los más antisistema entienden que una cosa es el gobierno yanki y otra sus ciudadanos.

Israel es único. Es el único país a cuya población se culpa a partes iguales. ¿Qué tienen ellos que no tengan otro país? La primera diferencia que salta a la vista es su mayoría racial/religiosa judía.

Y resulta que si echamos la vista atrás encontramos numerosos casos de antisemitismo en la historia. No sólo de España sino de todo Occidente. Desde los pogroms polacos hasta la expulsión de los judíos en la época de Isabel “la católica”.

No es casualidad que en nuestro idioma, hayamos usado varias veces la palabra “judío” como insulto. Y que, tradicionalmente, a los cuchillos grandes se los llame “matajudíos” (la expresión ha caído en desuso pero todavía se escucha en algunas ciudades y pueblos).

Incluso en el presente, líderes como Ahmadineyad, o Le Pen en menor medida, niegan el holocausto nazi y culpan a los hebreos de todos los males.

El antisemitismo no es nada nuevo. Ha existido siempre y en todas partes. Por eso, ahora que aparecen nuevos síntomas de lo mismo, no parece nada descabellado tachar a alguien de racista cuando demuestra serlo y su cultura lo avala.

lunes, junio 07, 2010

¡Que no es antisemitismo, coñe!

La cuestión no es si el gobierno hebreo o su ejército son buenos o malos. El asunto es que se está agrediendo a alguien por el mero hecho de que es un ciudadano israelí. Y los que lo hacen tienen los “huevos” de indignarse cuando les tachan de antisemitas.

“Tengo muchos amigos gays” Es la frase favorita de muchos homófobos para autojustificarse. Su homóloga entre los antisemitas es “yo no soy racista; sólo soy antisionista”.

La verdad es que me gustaría escucharla en boca de los estudiantes de la Autónoma de Madrid que han asaltado un coche donde iban tres empresarios israelíes a dar una conferencia. O a los vallisoletanos que quisieron boicotear el concierto de Mayumaná. O a mis compañeros izquierdistas del claustro de la Universidad de Valladolid que propusieron, en su día, cancelar todos los convenios con las homólogas de Israel.

La cuestión no es si el gobierno hebreo o su ejército son buenos o malos. El asunto es que se está agrediendo a alguien por el mero hecho de que es un ciudadano israelí. Y los que lo hacen tienen los “huevos” de indignarse cuando les tachan de antisemitas.

Lo cierto es que hay pocos ejemplos parecidos. No me imagino semejante guirigay contra un vasco que viniera a Madrid a hablar de energías renovables. Dudo que nadie le culpara del terrorismo de ETA. O a un italiano de la política de Berlusconi. Y si alguna jarcia de degenerados lo hiciera, se ganarían el desprecio de la sociedad.

La cuestión israelí es distinta.
En este caso todos los hebreos son igualmente malos. Y uno tiene que escuchar que no es racismo. Porque no son antisemitas, son antisionistas. Y con eso vale.

martes, junio 01, 2010

Vender la moto contando películas

El coste de la campaña es irrisorio comparado con un plan de medios clásico. El público está perfectamente segmentado (menores de 25 años) Y la efectividad es brutal. ¿Cuánto podría valer la atención de miles de internautas visitando un blog a diario?

Storytelling. Es la palabra mágica de los gurús del marketing político. También de los publicistas. Se ha convertido en la “teoría de moda” en el mundillo. Aunque en realidad no es nada nuevo. Una forma de sistematizar lo que todos los grandes propagandistas han hecho, de forma intuitiva, desde los albores de la comunicación.

Los creativos de Wolswagen se han aplicado el cuento (nunca mejor dicho). Y la idea no está mal. Dos chicos confeccionan una lista con 25 cosas que hacer a bordo de un “Polo” antes de cumplir los 25 años.

De esta forma, la marca Wolswagen Polo se vende en forma de historia. Un relato desenfadado, llamativo y, sobretodo, participativo. Admiten sugerencias. Y cada uno de los ítems de su lista (entre los cuales está “salir de fiesta con Patricia Conde” o “nadar entre tiburones”) tiene su respectivo video donde sale gente de la calle ayudándoles a realizarlos.

El coste de la campaña es irrisorio comparado con un plan de medios clásico. El público está perfectamente segmentado (menores de 25 años) Y la efectividad es brutal. ¿Cuánto podría valer la atención de miles de internautas visitando un blog a diario?

El secreto no es otro que tratar el mensaje como una narración. Con personajes, conflictos dramáticos y episodios. Los expertos lo llaman “storytelling”; yo lo llamo buena publicidad.
(Más sobre marketing en Cadillac Rojo)