Los ingleses dicen que “la mejor política es la honestidad”. Y parece una cosa fácil. A priori todos pensamos que vivir fiel a unos principios es normal. Hasta que pasamos por una situación en las que se ponen a prueba. Entonces es cuando ves a tu colega, el novio celoso, en el garito más cutre con el tipi apuntando al cielo detrás de alguna afortunada “Fonseca, no me jodas, que la fidelidad claudica cuando sales del terruño y polla dura no cree en Dios”.
Decir que se defiende la libertad es fácil hasta que la situación parece pedir intervención a gritos. Ahí es cuando se ponen a prueba las convicciones de unos políticos y si realmente defienden o no unos principios. El congreso americano, por ahora parece haber decidido no traicionarse a sí mismo y rechazar el “plan (quinquenal) de rescate” aunque eso haya generado un desplome en todas las bolsas del mundo. Y la administración Bush se eche las manos a la cabeza. Eso es admirable, sobretodo en la situación en la que estamos.
¿El mercado no puede salir por sí solo? Si no es así es que van a tener razón los socialistas cuando decían que tanto liberalismo no era bueno. Y la verdad es que la crisis no parece dejar hueco al optimismo. Sin embargo hay quien está sacando partido ¿Nadie se está dando cuenta de lo bien que se lo está pasando Emilio Botín? Ni gobierno ni leches; el BSCH se está poniendo morado a comprar bancos en quiebra. Y la cotización del oro sube. Putin dice que uno de los desentonantes de la debacle es basarse en monedas cuyo valor baila y que tal vez sería mejor dejar de lado el cortoplacismo y pasarse a un patrón sólido.
Es que si estamos dispuestos a pasarnos nuestros valores económicos por el forro de los caprichos ¿Por qué no los políticos? ¿Cada vez que haya una crisis constitucional hacemos un parón democrático y ponemos una dictadura que la sofoque (al más puro estilo imperio romano, por cierto)? Ya puestos ¿por qué no cortar por lo sano en el tercer mundo? Cinco bombas atómicas en Somalia quitarían muchas bocas que alimentar.
Sin embargo no lo hacemos porque tenemos principios. Y estos están por encima del pragmatismo. La democracia liberal surge, precisamente, de unos valores éticos. Y en ese sentido, la mejor política es ser honesto con uno mismo.