Este tipo de historias son las que me pasan paseando por Valladolid, donde un señor que se deja dentro las llaves del camión congrega a media ciudad, policías incluidos. Se merecía una pequeña crónica y aquí va.
Vuelvo de clase con Javi y Teresa, dos amigos. Pasamos por la calle Regalado, en pleno centro de Valladolid, que siempre he dicho que es una ciudad verde. No porque tenga muchos espacios vegetales ni porque seamos una panda de ecologetas sino porque la luz vallisoletana es verde. Es así. Sobretodo en el centro. Y especialmente en la zona entre la Catedral (la única catedral que aún no se ha terminado de construir) y la Plaza Mayor. Total, que en la calle Regalado había un revuelo de gente de puta madre. Todos al borde de la acera mirando a la calzada. Dos coches de policía. Varios maderos fuera, con su chaleco fosforito y todo. Y un camión enorme parado. La escena era antológica, oigan. Un tipo subido en el techo de la cabina del conductor, con un bastón acabado en un gancho (¿de donde lo sacaría) intentando buscando algo en el interior.
“¿Oiga, que pasa?” Pregunto a uno de los muchos puretas expectantes. Pues resulta que el conductor del camión salió un segundo a preguntar algo con tan mala pata que la puerta de la cabina se le cerró… ¡con las llaves dentro! Una bobada, sí. Pero ahí solo faltaban las mismísimas COES. Y todo el mundo aconsejando. Y el pobre señor del camión tumbado entre la cabina y el trailer, haciendo equilibrios como podía. La gente de los balcones de las casas colindantes salía a mirar. Y yo mientras le pido el móvil a Teresa (gracias ¡eres un cielo!) que es de esos que sacan fotos, vídeos y hacen ruidos que molan para inmortalizar el momento.
Finalmente, uno de los muchos policías decidió cortar por lo sano. “¡Vamos a romper el cristal!” El conductor baja del techo. Se hace un silencio solemne y con un cuidado extremo, los hombres de la ley dan un golpe seco a una de las ventanas laterales intentando no llenarlo todo de trocitos. El público rompe en aplausos y después, cada uno por su lado, lentamente se van. Aquí no ha pasado nada.
Vuelvo de clase con Javi y Teresa, dos amigos. Pasamos por la calle Regalado, en pleno centro de Valladolid, que siempre he dicho que es una ciudad verde. No porque tenga muchos espacios vegetales ni porque seamos una panda de ecologetas sino porque la luz vallisoletana es verde. Es así. Sobretodo en el centro. Y especialmente en la zona entre la Catedral (la única catedral que aún no se ha terminado de construir) y la Plaza Mayor. Total, que en la calle Regalado había un revuelo de gente de puta madre. Todos al borde de la acera mirando a la calzada. Dos coches de policía. Varios maderos fuera, con su chaleco fosforito y todo. Y un camión enorme parado. La escena era antológica, oigan. Un tipo subido en el techo de la cabina del conductor, con un bastón acabado en un gancho (¿de donde lo sacaría) intentando buscando algo en el interior.
“¿Oiga, que pasa?” Pregunto a uno de los muchos puretas expectantes. Pues resulta que el conductor del camión salió un segundo a preguntar algo con tan mala pata que la puerta de la cabina se le cerró… ¡con las llaves dentro! Una bobada, sí. Pero ahí solo faltaban las mismísimas COES. Y todo el mundo aconsejando. Y el pobre señor del camión tumbado entre la cabina y el trailer, haciendo equilibrios como podía. La gente de los balcones de las casas colindantes salía a mirar. Y yo mientras le pido el móvil a Teresa (gracias ¡eres un cielo!) que es de esos que sacan fotos, vídeos y hacen ruidos que molan para inmortalizar el momento.
Finalmente, uno de los muchos policías decidió cortar por lo sano. “¡Vamos a romper el cristal!” El conductor baja del techo. Se hace un silencio solemne y con un cuidado extremo, los hombres de la ley dan un golpe seco a una de las ventanas laterales intentando no llenarlo todo de trocitos. El público rompe en aplausos y después, cada uno por su lado, lentamente se van. Aquí no ha pasado nada.
3 comentarios:
Nada, esto son anecdotillas comparadas con lo que pasa en Sevilla.
No tenéis nada que hacer frente a nosotros.
La pieza más freak de costumbrismo vallisoletano es el de la vespino y "la puerta de Alcalá".
Y mira que era dificil, con romper los cristales, solucionado...que gente, jaja
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