Todas las semanas santas hace frío. La primera luna de primavera. No falla. Es el cambio climático de Semana Santa, ideal para acompañar unos días pesimistas. Valladolid es así.
El hombre del tiempo ha dicho que esta semana nos esperan bajas temperaturas y mal tiempo, en general. A nadie debería sorprenderle. Siempre es así, al menos en Valladolid. Desde el Lunes Santo hasta Resurrección. Nadie recuerda una Semana Santa soleada. Todos los días son grises, con cielos plomizos y un viento frío y seco. El viento de Castilla. El que recorre los campos planos y curte nuestras pieles… y nuestras almas. Muchas veces, la procesión general de Viernes Santo, que llega a durar más de tres horas, se pasa por agua. Una lluvia rencorosa. Así hasta que finalmente, el Domingo de Resurrección, vuelve un Sol radiante y es cuando de verdad empieza la primavera.
Todos los años es así. Y no encuentro ninguna explicación para es. Quizás por eso siempre me ha llamado tanto la atención. Sea como sea, es el clima perfecto para acompañar la festividad religiosa en la que se celebra la muerte y el dolor. Las tallas de madera que se exhiben durante estos días reflejan perfectamente lo más bajo y cabrón del ser humano. La tortura, la humillación y sobretodo, el rebañismo.
Me encanta la Semana Santa por eso. Es una fiesta oscura, que invita siempre a la reflexión. Pese a todo, persiste su marcado carácter religioso y eso me gusta, sin decir con esto que sea un tipo de misa semanal. Lo cierto es que siempre acompaña a un momento de recogimiento. Y a desempolvar ese viejo CD en el que tengo grabado el Stabat Mater de Pergolesi.
El hombre del tiempo ha dicho que esta semana nos esperan bajas temperaturas y mal tiempo, en general. A nadie debería sorprenderle. Siempre es así, al menos en Valladolid. Desde el Lunes Santo hasta Resurrección. Nadie recuerda una Semana Santa soleada. Todos los días son grises, con cielos plomizos y un viento frío y seco. El viento de Castilla. El que recorre los campos planos y curte nuestras pieles… y nuestras almas. Muchas veces, la procesión general de Viernes Santo, que llega a durar más de tres horas, se pasa por agua. Una lluvia rencorosa. Así hasta que finalmente, el Domingo de Resurrección, vuelve un Sol radiante y es cuando de verdad empieza la primavera.
Todos los años es así. Y no encuentro ninguna explicación para es. Quizás por eso siempre me ha llamado tanto la atención. Sea como sea, es el clima perfecto para acompañar la festividad religiosa en la que se celebra la muerte y el dolor. Las tallas de madera que se exhiben durante estos días reflejan perfectamente lo más bajo y cabrón del ser humano. La tortura, la humillación y sobretodo, el rebañismo.
Me encanta la Semana Santa por eso. Es una fiesta oscura, que invita siempre a la reflexión. Pese a todo, persiste su marcado carácter religioso y eso me gusta, sin decir con esto que sea un tipo de misa semanal. Lo cierto es que siempre acompaña a un momento de recogimiento. Y a desempolvar ese viejo CD en el que tengo grabado el Stabat Mater de Pergolesi.
2 comentarios:
Me hace gracia, cuando los "hombres y mujeres del tiempo", se refieren a mal tiempo a la lluvia y al frío, y buen tiempo, a sol, 40 grados a la sombra y sin poder dormir por las noches, jaja, en fin...
Por cierto, que suerte tenéis que vaya a llover por Valladolid, porque en Catalunya, hasta esto va mal, ni lluvias, ni agua, ni nada, y los pantanos cada vez más secos....
¿EL tripartito, también tendrá la culpa?, jajaja, no creo, pero pienso que algo gafes sí que son, jeje
Saludos
Pues si te gusta la Semana Santa, te animo a pasarte por Murcia cuando quieras. El contraste con Valladolid es espectacular: ambiente, vestimentas, modo de desfilar, conducta del público, grupos escultóricos, etc. Y además están los salzillos, auténticas obras de arte (un museo entero sale a la calle el viernes, impresionante). Saludos
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