Ante gente así uno se siente como un aprendiz. Y trata de que se el pegue algo de esa alegría con la que el maestro tocaba I´m a man. Para que luego digan que el blues no puede hacerle sentirse bien a uno…
Dicen que el blues es música triste y no es verdad. Tan solo es música emocional. Y por eso hay temas deprimentes junto a otros que te suben la moral. Edd “El bellota” me dijo una vez que en cualquier momento de tu vida hay un blues que parece haber sido compuesto para ti. Me lo contaba con la botella de bourbon que me regaló mi padre por mi cumpleaños mientras sonaba I´m a Man, de Bo Diddley. En todas las distintas versiones que fuimos recopilando. Era el mejor homenaje que podríamos hacerle al guitarrista.
Murió antesdeayer. Y no lo hizo en una casa de oro de 24 quilates, precisamente. Su último recital fue en un homenaje que le hicieron hace unos meses en su MrComb (Mississipi) natal, cuando, sin que viniera en el programa, salió al escenario con su guitarra rectangular. La marca de la casa.
Bo Diddley era un perro viejo. Un sabio de bar, de esos que encuentras en una esquina sin darse importancia. Y que cuando toca no levanta la vista ni hace ningún aspaviento. Sonríe y rasga las cuerdas como el que está rayando pan. Como si cualquiera pudiera hacer lo mismo que él.
Ante gente así uno se siente como un aprendiz. Y trata de que se el pegue algo de esa seguridad con la que el maestro tocaba I´m a man. Para que luego digan que el blues no puede hacerle sentirse bien a uno…
Dicen que el blues es música triste y no es verdad. Tan solo es música emocional. Y por eso hay temas deprimentes junto a otros que te suben la moral. Edd “El bellota” me dijo una vez que en cualquier momento de tu vida hay un blues que parece haber sido compuesto para ti. Me lo contaba con la botella de bourbon que me regaló mi padre por mi cumpleaños mientras sonaba I´m a Man, de Bo Diddley. En todas las distintas versiones que fuimos recopilando. Era el mejor homenaje que podríamos hacerle al guitarrista.
Murió antesdeayer. Y no lo hizo en una casa de oro de 24 quilates, precisamente. Su último recital fue en un homenaje que le hicieron hace unos meses en su MrComb (Mississipi) natal, cuando, sin que viniera en el programa, salió al escenario con su guitarra rectangular. La marca de la casa.
Bo Diddley era un perro viejo. Un sabio de bar, de esos que encuentras en una esquina sin darse importancia. Y que cuando toca no levanta la vista ni hace ningún aspaviento. Sonríe y rasga las cuerdas como el que está rayando pan. Como si cualquiera pudiera hacer lo mismo que él.
Ante gente así uno se siente como un aprendiz. Y trata de que se el pegue algo de esa seguridad con la que el maestro tocaba I´m a man. Para que luego digan que el blues no puede hacerle sentirse bien a uno…
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