viernes, mayo 09, 2008

Una de muertos

Los dos amiguetes se dan cuenta. Cualquiera sale ahí a decirles “¡Este fiambre es mío, dejadlo en paz, joer!” Hasta que aparece la ley y el orden a ver qué narices pasa.

Cuenta el cantar de gesta que después de haber muerto, los amigos del Cid Campeador montaron su cadáver en un caballo y lo pasearon por el campo de batalla sembrando el pánico entre los moros enemigos; “¡a este tío no le mata ni el DYC!”. Siempre he pensado que sería más leyenda que otra cosa. Hasta que esta mañana entro a leer adegüello y me acojono; el Cid cabalga de nuevo. O algo parecido. Solo que en vez de interpretarlo Charlton Heston, parece más bien una historia de laExtraña Pareja”.

Dos puretas comparten piso. Un mal día, uno de ellos va y la diña. Cosas de la edad, supongo. Entonces su compañero tiene una feliz idea “¡Me via sacar unos ahorrillos que pa qué!”. Llama a otro colega y se ponen manos a la obra. Maquillan al muerto, le visten guapo y le sientan en una silla de ruedas. Le resucitan únicamente para que pueda irse a la Seguridad Social a cobrar un cheque de 355 pavos. Y le acompañan, claro.

Imaginaos la escena. Un Walter Matthau y un Jack Lemon llevando en silla de ruedas a un cadáver a través de las calles de la “Cocina del Infierno” de Manhattan. Llegan a su destino, dejan la silla a la puerta y entran ellos.

-Es que nuestro amigo no puede entrar… ejem ¿No podría darnos el cheque a nosotros?
-Oiga, es que esto es algo personal. Lo tiene que cobrar el titular y ya…

A través de la ventana se puede ver ya el revuelo de gente mirando el muerto en la silla de ruedas. “¡Niño, eja de tocarle con un palo!”, “Mama! Que está muerto!” Y supongo que un montón de viejecitas diciendo “Estos jóvenes ya no tienen valores”. Los dos amiguetes se dan cuenta. Cualquiera sale ahí a decirles “¡Este fiambre es mío, dejadlo en paz, joer!” Hasta que aparece la ley y el orden a ver qué cojones pasa.

Llaman a la ambulancia. Claro, a los abueletes ya no les queda más remedio que salir y huir hacia delante. Llegan los enfermeros, examinan al muerto. El policía mira a los señores con una media sonrisa de esas que contienen una carcajada a lo “Vida de Bryan”. Todo el barrio neoyorkino tiene los ojos puestos en ellos. Y finalmente, se confirma que el señor Virgilio Cintron no está vivo.

-Oh Dios mío! ¿Se ha muerto? – exclaman los señores.

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